Hegel dio origen con su filosofía al sentido actual que el término “idealista” ha adquirido, aplicado a las personas que tienen nobles pero irreales aspiraciones y que pecan, por tanto, de ingenuos al no tener bien afirmados sus pies en la tierra o en la cruda realidad de las cosas. Por otro lado, Marx dio origen con su filosofía al sentido actual del término “materialista” para señalar a aquel que, teniendo los pies muy afirmados en la tierra firme, no cree en la existencia del mundo espiritual, sino únicamente en la de la materia que puede percibir con sus sentidos y se cierra, por tanto, con una actitud cínica a toda manifestación espiritual, negándola a ultranza. El cristianismo incorpora y equilibra ambas visiones en una más completa y realista que, sin renegar del mundo material ni dejar de tenerlo en cuenta con toda la seriedad del caso, está abierto también a la existencia de un mundo espiritual que trasciende la materia y se manifiesta en ella de múltiples y evidentes maneras. Porque el sello de autenticidad que la realidad en su totalidad posee, tanto en sus aspectos espirituales como materiales entrelazados y mutuamente interdependientes, se lo imprime la fe o confianza en Dios, por medio de la cual percibimos Su acción en el mundo a favor de su pueblo, de modo que podamos declarar junto con Josué: “»Por mi parte, yo estoy a punto de ir por el camino que todo mortal transita. Ustedes bien saben que ninguna de las buenas promesas del Señor su Dios ha dejado de cumplirse al pie de la letra. Todas se han hecho realidad, pues él no ha faltado a ninguna de ellas” (Josué 23:14)
Idealistas, materialistas o realistas
“El idealista es ingenuo mientras que el materialista es cínico. El cristiano, en cambio, es alguien con confianza en la realidad”
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