Habiendo ya establecido la conveniencia de huir para no caer en insensatas, gratuitas y peligrosas temeridades que pretenden hacerse pasar por valentía, es oportuno señalar uno de los más concretos aspectos en que la Biblia establece la huida como la más sabia y urgente expresión de valentía: el relativo a la inmoralidad sexual. En este propósito, el patriarca José es el más gráfico ejemplo, pues el asedio o acoso sexual al que lo tenía sometido la esposa de su amo Potifar ꟷuna mujer de seguro muy atractivaꟷ sin que él cediera a sus requerimientos, llegó a su punto culminante con la tentadora encerrona que ella le tendió, y a la cual José tuvo que responder de este modo para que sus hormonas no lo traicionaran: “Un día, en un momento en que todo el personal de servicio se encontraba ausente, José entró en la casa para cumplir con sus responsabilidades. Entonces la mujer de Potifar lo agarró del manto y le rogó: «¡Acuéstate conmigo!» Pero José, dejando el manto en manos de ella, salió corriendo de la casa” (Génesis 39:11-12). Reacción que, si bien lo llevó a la cárcel a raíz del despecho y del orgullo herido de una mujer rechazada como la esposa de Potifar, que lo calumnió y acusó de haberla intentado violar, lo libró de todos modos de caer en fornicación y romper su compromiso de obediencia a Dios que lo llevó a ser reivindicado con creces con posterioridad a sus difíciles años de prueba desde el momento en que fue vendido como esclavo por sus hermanos a los egipcios y que ilustra bien lo ordenado con gravedad por el apóstol Pablo al respecto: “Huyan de la inmoralidad sexual” (1 Corintios 6:18)
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