La doble moral es un lastre que impide el desarrollo de los pueblos, heredado en buena medida por el catolicismo romano y la picaresca española a todas sus excolonias, al punto que la sociología ya tiene una categoría científica para referirse a la moralidad de los países hispanoamericanos afligidos por el subdesarrollo, en los que, según esta ciencia, impera la “cultura del pícaro”. Esa misma doble moral que nos lleva a rasgarnos las vestiduras por los escándalos públicos de corrupción que llenan los titulares de prensa, mientras toleramos esa misma corrupción en nuestras vidas a menor escala, encubierta por nuestro anonimato. La misma doble moral que practicó el patriarca Judá al requerir y pagar los servicios de una prostituta, mientras condenaba severamente a su nuera Tamar por su presunta inmoralidad sexual que trajo como consecuencia que quedara embarazada, quien únicamente estaba reclamando lo que le correspondía en derecho y que le era negado por su suegro, que quedó así expuesto y avergonzado: “Como tres meses después, le informaron a Judá lo siguiente: ꟷTu nuera Tamar se ha prostituido, y como resultado de sus andanzas ha quedado embarazada. ꟷ¡Sáquenla y quémenla! ꟷexclamó Judá. Pero cuando la estaban sacando, ella mandó este mensaje a su suegro: «El dueño de estas prendas fue quien me embarazó. A ver si reconoce usted de quién son este sello, el cordón del sello, y este bastón». Judá los reconoció y declaró: «Su conducta es más justa que la mía, pues yo no la di por esposa a mi hijo Selá»…” (Génesis 38:24-26)
Judá y Tamar
“La doble moral de quienes encubren o justifican sus propios pecados condenando los de los demás los dejará avergonzados cuando menos lo esperen”
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