La homofobia es una actitud manifestada por buena parte de la iglesia que hace de las prácticas homosexuales y de quienes las practican el blanco principal de sus ataques, descalificaciones y condenaciones, como si la homosexualidad fuera el más grave y abominable de todos los pecados. Ahora bien, las prácticas homosexuales forman, ciertamente, parte de la fornicación o inmoralidad sexual que la Biblia condena y que incluye, de hecho, también prácticas heterosexuales bajo circunstancias particulares. Con el agravante de que son prácticas contrarias a la naturaleza. Pero esto no es suficiente para hacer de ellas el blanco de los ataques de la iglesia contra el pecado, pues un significativo número de miembros de la comunidad LGBTI son personas que, descontando estas prácticas particulares, practican en otros aspectos una moralidad y una ética superior a la de muchos de los heterosexuales que los señalan y descalifican, tanto desde fuera de la iglesia como también, lamentablemente, desde dentro de ella. Porque sin ser ni mucho menos el peor de los pecados, las prácticas homosexuales son más bien un síntoma de la descomposición de la sociedad en otros frentes menos evidentes, pero más graves desde la óptica divina, como lo son la corrupción y la doble moral y el alejamiento de Dios que conduce a las sociedades a renegar de Él para volverse a nuevas formas de idolatría, como sucedió en Sodoma: “Llamaron a Lot y le dijeron: ꟷ¿Dónde están los hombres que vinieron a pasar la noche en tu casa? ¡Échalos afuera! ¡Queremos acostarnos con ellos!” (Génesis 19:5)
Homosexualismo y descomposición social
“Las prácticas homosexuales no son, de hecho, el pecado más grave, pero sí suelen ser un síntoma del nivel de degradación de la sociedad de turno”
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