Amplios sectores de la ciencia tienden a negar la posibilidad de los milagros, en lo que el apologista Josh McDowell llama “el resabio de Hume” en alusión a la sesgada argumentación de este filosofo racionalista y escéptico que ha contaminado a un mayoritario número de científicos. Pero en estricto rigor, la simple aceptación de la probabilidad de la existencia de Dios a la que las evidencias científicas apuntan cada vez más, pone sobre la mesa la posibilidad de los milagros en una relación directamente proporcional. Dios reprendió y acalló el escepticismo hacia la posibilidad de los milagros manifestado por Sara, la esposa del patriarca Abraham: “Pero el Señor le dijo a Abraham: ꟷ¿Por qué se ríe Sara? ¿No cree que podrá tener un hijo en su vejez? ¿Acaso hay algo imposible para el Señor? El año que viene volveré a visitarte en esta fecha, y para entonces Sara habrá tenido un hijo” (Génesis 18:13-14), cumpliendo su promesa con al nacimiento de Isaac, y el Nuevo Testamento recoge éste y muchos otros episodios similares de la historia sagrada para afirmar de manera más que razonable y de un modo contundente: “Porque para Dios no hay nada imposible” (Lucas 1:37). C. S. Lewis lo expresó bien al sostener: “La teología dice en efecto: «Admite a Dios y con Él el riesgo de unos pocos milagros y yo, a cambio, ratificaré tu confianza en una uniformidad con respecto a la aplastante mayoría de los acontecimientos»… La teología nos ofrece un compromiso satisfactorio que deja al científico en libertad para continuar sus experimentos y al cristiano para continuar sus oraciones”
¿Por qué se ríe Sara?
“Si se admite la más que lógica, razonable y evidente existencia de Dios, debemos aceptar también por igual la posibilidad de los milagros”
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