Abraham, el padre de la fe, intimidado por las circunstancias y la posibilidad de que su esposa Sara, fuera llevada al harén del rey del lugar y que a él lo asesinaran, reincidió en comportamientos cuestionables, como la mentira, disfrazada de tecnicismos para justificarla, como el que utilizó en Guerar al divulgar que Sara no era su esposa, sino su hermana, como consecuencia de lo cual el rey de Guerar la tomó como su esposa, al igual que lo había intentado también previamente el faraón de Egipto cerca de dos décadas antes. Al revelar Dios la verdad en ambos casos, tanto el faraón como Abimelec en su momento le reclamaron a Abraham su engaño por las nefastas consecuencias que éste pudo haber tenido sobre ellos, ante lo cual, en el caso de Abimelec, el patriarca se justificó diciendo: “Pero en realidad ella es mi hermana, porque es hija de mi padre aunque no de mi madre; y además es mi esposa” (Génesis 20:12), algo que, si bien era cierto, no era más que un tecnicismo que no lo eximía de culpa, pues mentir no es solo dar información falsa, sino ocultar con plena conciencia información que se sabe crucial y relevante para evaluar la situación correctamente con miras a la toma de decisiones. Con base en esto podemos establecer que decir verdades a medias mientras ocultamos verdades que conocemos y que sabemos que deberíamos informar en limpia conciencia es también mentir, del mismo modo que lo es divulgar abiertamente información falsa. Algo que deberíamos tener presente antes de apelar a los cuestionables tecnicismos que se encuentran siempre a la orden del día
Las verdades a medias
“Las verdades a medias que buscan ocultar intencionalmente realidades que deberían darse a conocer, terminan siendo nocivas mentiras completas”
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