El salmo 134 es un acróstico que dice que: “El que ama la vida y desea ver muchos días felices… que se aparte del mal y haga el bien; que busque la paz y la siga” (Salmo 134:12, 14). Ahora bien, buscar la paz no es algo que dependa por completo de nosotros, pues los conflictos que nos despojan de ella involucran a otras personas que pueden frustrar y dar al traste con nuestra búsqueda si ellos no comparten, a su vez, nuestra disposición a la paz. Es por eso que, en este particular, lo único que podemos hacer es nuestra parte en el asunto y nada más, salvando así nuestra responsabilidad al respecto de la manera indicada por el apóstol: “Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos” (Romanos 12:18), dando así a entender claramente que en este asunto no todo depende de nosotros, sino también, de los demás con quienes estamos relacionados. Por eso la paz es al final de todo, una bendición que Dios concede a los suyos, como lo reconoció el rey Asa al dirigirse así al pueblo de Judá: “… «Reconstruyamos esas ciudades y levantemos a su alrededor murallas con torres, puertas y cerrojos. El país todavía es nuestro, porque hemos buscado al Señor nuestro Dios; como lo hemos buscado, él nos ha concedido estar en paz con nuestros vecinos». Y tuvieron mucho éxito en la reconstrucción de las ciudades” (2 Crónicas 14:7), como un ejemplo más, entre otros, del cumplimiento de la declaración bíblica que dice que: “Cuando el Señor aprueba la conducta de un hombre, hasta con sus enemigos lo reconcilia” (Proverbios 16:7)
Hasta con sus enemigos lo reconcilia
“Si bien es cierto que lograr estar en paz con nuestros semejantes no depende del todo de nosotros, sí depende de la bendición de Dios sobre nosotros”
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