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Has abandonado tu primer amor

“Dios es nuestro primer amor no propiamente porque fue el primero en el tiempo, sino porque debe ser siempre el más importante”

El “primer amor” es referido usualmente a la primera relación romántica del hombre y con frecuencia rememora muchos recuerdos gratos e idealizados. Es por eso que la Biblia utiliza esta expresión para indicar, en palabras de Tim LaHaye: “aquella maravillosa temporada en que el plan de salvación y la verdad de la gracia son frescos y nuevos” y en muchos casos deslumbrantes y embriagadores. La conversión tiene así puntos de contacto con el primer amor humano. Pero el problema es, precisamente, que asumimos el primer amor para con Dios del mismo modo que nuestro primer amor humano: como un grato y nostálgico recuerdo. Pero el primer amor es “primero” no sólo en un orden cronológico, sino fundamentalmente, en el orden de prioridad. Albert DiBartolomeo describió así el primer amor por contraste con el amor definitivo: “El primer amor… puede herirnos y marcarnos profundamente, pero el amor que dura y crece lo hace porque reúne y cultiva lo que hay de más querido, bello y noble en dos personas. Y porque entiende y perdona lo que no lo es tanto. El primer amor puede meterse en la sangre y embriagarnos, pero el que dura se arraiga en el alma… Nos completa y nos da la entereza para navegar a salvo por la vida”. El “primer amor” es, pues, en relación con Dios también el verdadero amor que no podemos abandonar, pues: “Sin embargo, tengo en tu contra que has abandonado tu primer amor. ¡Recuerda de dónde has caído! Arrepiéntete y vuelve a practicar las obras que hacías al principio. Si no te arrepientes, iré y quitaré de su lugar tu candelabro” (Apocalipsis 2:4-5)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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