Descontando el cien por ciento seguro cumplimiento de las promesas de Dios a Sus hijos en lo que concierne a su destino final y al disfrute de la vida eterna en el reino de Dios en la tierra, las promesas temporales de Dios para este tiempo dan a veces la impresión de no cumplirse debido a que en buena parte del curso de nuestra historia personal se ven muy ajenas y distantes, a pesar de que nosotros estemos cumpliendo la condición establecida para disfrutar de la bendición en cuestión. Sin embargo, Dios ve el cuadro completo de nuestra vida en este mundo y tiene recursos de sobra para orientarla al cumplimiento de sus buenos y soberanos propósitos, como lo pudo reconocer Caleb al cabo de su vida llena de vicisitudes y, por momentos, azarosa: “Yo tenía cuarenta años cuando Moisés, siervo del Señor, me envió desde Cades Barnea para explorar el país, y con toda franqueza le informé de lo que vi… Ese mismo día Moisés me hizo este juramento: ‘La tierra que toquen tus pies será herencia tuya y de tus descendientes para siempre, porque fuiste fiel al Señor mi Dios’. »Ya han pasado cuarenta y cinco años desde que el Señor hizo la promesa por medio de Moisés, mientras Israel peregrinaba por el desierto; aquí estoy este día con mis ochenta y cinco años: ¡el Señor me ha mantenido con vida!… Entonces Josué bendijo a Caleb y le dio por herencia el territorio de Hebrón… porque fue fiel al Señor, Dios de Israel” (Josué 14:7-14)
Han pasado cuarenta y cinco años
“Las promesas de Dios tardan a veces en cumplirse más de lo esperado en el curso de nuestras vidas, pero sin duda al final se cumplen de todos modos”
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