Balán es un personaje proverbial y tristemente célebre en la Biblia, censurado por partida triple en el Nuevo Testamento, pues Pedro condena lo que él llama “la senda” de este personaje, mientras que Judas desaprueba su “error” y finalmente Juan hace lo propio con “la doctrina” de Balán, diferentes formas de señalar su codicia mercenaria al poner al servicio de los enemigos de Israel su don profético y, al no tener éxito de este modo, optar por incitar y poner tropiezos a los israelitas para desviarlos de la obediencia a Dios y atraer el juicio de Dios sobre ellos. Y si bien perjudicó con algunas de estas artimañas significativamente al pueblo de Israel, al final pagó con su vida por todas ellas, pues Dios lo entregó de manera providencial en manos de los israelitas, ejecutado bajo sus espadas, como se nos informa en el libro de Josué: “Los israelitas pasaron a filo de espada a muchos hombres en el campo de batalla, incluso al adivino Balán hijo de Beor” (Josué 13:22). Como tal, su caso quedó como un ilustrativo recordatorio de que a la postre oponerse a Dios y a sus designios está condenado al fracaso y que, de no mediar el arrepentimiento y la conversión a Cristo, los impíos más temprano que tarde perecerán y recibirán en carne propia todo lo que merecen sus actos de impiedad, por mucho que en un momento dado del tiempo sus ejecutorias parezcan haber tenido éxito y den la impresión de que se salieron con la suya, dejando en la impunidad sus actos perversos, pues la justicia de Dios es lenta para dar oportunidad al arrepentimiento, pero al final siempre nos alcanza
A filo de espada
“El final de Balán a manos de Israel demuestra que a la postre y más temprano que tarde todos los impíos reciben lo que merecen sus actos de impiedad”
Deja tu comentario