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Esperanza para los apóstatas

“Los apóstatas son quienes abandonan y niegan la fe que un día profesaron, pero aún para ellos existe todavía esperanza.”

Partiendo de la afirmación unánime y evidente en el sentido de que siempre es posible que un creyente caiga en un estado radical y grave de apostasía por el cual afirme expresamente el abandono y la negación de la fe que previamente profesaba; lo que se discute es si un creyente auténtico puede llegar a apostatar de su fe de una manera final y definitiva, con todas las nefastas e irreversibles consecuencias que esto tendría, ya no sólo para su calidad de vida actual, sino para su destino y salvación eterna si la muerte lo sorprende en este manifiesto estado de apostasía. De hecho, algunos de los más insignes ateos de la reciente modernidad fueron formalmente apóstatas, si de seguir la evolución de su pensamiento se trata, pues habiendo comenzado su actividad intelectual reflexionando favorablemente en armonía y defensa del pensamiento teológico cristiano, pronto terminaron abandonando esta etapa inicial de su pensamiento para volcarse al pensamiento ateo por el que la historia los conoce. Este fue el caso, por ejemplo, de los alemanes Feuerbach, Nietzsche y Marx, entre los más conocidos. Pero dejando de lado estos nombres y casos muy particulares, lo cierto es que en la Biblia el movimiento de retorno desde la apostasía a la fe siempre es posible, como consta en la instrucción dada por Dios al profeta: “Ve al norte y proclama este mensaje: »“¡Vuelve, apóstata Israel! No te miraré con ira -afirma el Señor-… porque soy misericordioso -afirma el Señor-… »¡Vuélvanse a mí, apóstatas -afirma el Señor-,…y los curaré de su infidelidad!»…” (Jeremías 3:12, 14, 22)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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