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Escuchar con compasión

“Antes de hablar es necesario escuchar. Y a veces ni siquiera hay que hablar, sino tan sólo escuchar con compasión”

La compasión y la empatía que estamos llamados a manifestar hacia los que sufren no consisten necesariamente en brindarles explicaciones satisfactorias y razonables sobre el porqué de las situaciones dolorosas en que se encuentran sumidos en un momento dado de sus vidas. Sobre todo cuando son explicaciones previsibles que la persona que sufre conoce bien en el marco de la fe que comparte con quienes pretenden consolarlo y que, más que hacer esto último, lo que hace es “echarle sal a la herida” al añadir a estas explicaciones no solicitadas e inoportunas, reprensiones veladas debido a las poco ortodoxas palabras de queja y desahogo que proferimos en medio del desespero del sufrimiento, sin creerlas realmente: “Las palabras justas no ofenden, ¡pero los argumentos de ustedes no prueban nada! ¿Me van a juzgar por mis palabras, sin ver que provienen de un desesperado? ¡Ustedes echarían suertes hasta por un huérfano, y venderían a su amigo por cualquier cosa!… A esto, Job contestó: «Cosas como éstas he escuchado muchas; ¡valiente consuelo el de todos ustedes! ¿No habrá fin a sus peroratas? ¿Qué tanto les irrita que siguen respondiendo? ¡También yo podría hablar del mismo modo si estuvieran ustedes en mi lugar! ¡También yo pronunciaría bellos discursos en su contra, meneando con sarcasmo la cabeza! ¡Les infundiría nuevos bríos con la boca; les daría consuelo con los labios! »Si hablo, mi dolor no disminuye; si me callo, tampoco se me calma” (Job 6:25-27; 16:1-6), por lo que en estos casos lo que procede es escuchar y acompañar al que sufre en solidario silencio y nada más.

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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