La Biblia nos narra el significativo episodio en el que David huyendo de Saúl y sin provisiones para sus hombres, acudió al sumo sacerdote Ajimélec, quien, ante la carencia de provisiones corrientes que darle, tomó la siguiente decisión: “Por tanto, el sacerdote entregó a David el pan consagrado, ya que no había otro. Era el pan de la Presencia que había sido quitado de delante del Señor y reemplazado por el pan caliente del día” (1 Samuel 21:6). Este episodio fue evocado por el Señor Jesucristo cuando era cuestionado por esta causa: “Por aquel tiempo pasaba Jesús por los sembrados un día sábado. Sus discípulos tenían hambre, así que comenzaron a arrancar algunas espigas de trigo y a comérselas. Al ver esto, los fariseos le dijeron: ꟷ¡Mira! Tus discípulos están haciendo lo que está prohibido en día sábado. Él contestó: ꟷ¿No han leído lo que hizo David en aquella ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre? Entró en la casa de Dios; él y sus compañeros comieron los panes consagrados a Dios, lo que no se les permitía a ellos, sino solo a los sacerdotes…” (Mateo 12:1-5) añadiendo enseguida un hecho más relacionado con el sacerdocio que no tenía ya carácter de excepción en relación con la ley y el día de reposo, como lo era el hecho de que los sacerdotes, por razón de su oficio, trabajaban, sin culpa, el día de reposo, demostrando así el principio de que: “»El sábado se hizo para el ser humano y no el ser humano para el sábado” (Marcos 2:27) y que, por tanto, la ley está diseñada para el beneficio de las personas y no para añadirles cargas gratuitas
Entregó a David el pan consagrado
"El episodio de David con Ajimélec alrededor del pan consagrado es una demostración de que la ley está al servicio del hombre y no lo contrario”
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