La gota que rebosó la copa en el comportamiento condenable del malvado rey Acab y su esposa Jezabel en Israel fue el episodio sucedido con Nabot para apoderarse de su viñedo, del cual el rey se había encaprichado, enfurecido por la negativa de Nabot de venderlo, procediendo a apoderarse de él mediante intrigas y mentiras para dar muerte a Nabot aprovechando su poder como rey para intimidar y manipular testigos y transgredir la justicia impunemente. Pero Dios tomó cartas definitivas en el asunto designando al profeta Elías para comunicar a Acab su sentencia en relación con él: “Entonces la palabra del Señor vino a Elías el tisbita y le dio este mensaje: «Ve a encontrarte con Acab, rey de Israel, que gobierna en Samaria. En este momento se encuentra en el viñedo de Nabot, tomando posesión de este. Dile que así dice el Señor: “¿No has asesinado a un hombre y encima te has adueñado de su propiedad?”. Luego dile que así también dice el Señor: “¡En el mismo lugar donde los perros lamieron la sangre de Nabot, lamerán también tu propia sangre!”»” (1 Reyes 21:17-19), anunciando de este modo el final de la malvada dinastía de Acab en Israel y la muerte violenta de todos sus descendientes, incluyendo a su pagana esposa Jezabel, adoradora de Baal y Aserá y cómplice de todas las maldades de su esposo, juicio que Dios difirió hasta el reinado de su hijo Jorán debido al breve arrepentimiento de Acab, pero que finalmente Jehú llevó a cabo contra su hijo y todo el resto de la familia de Acab ejecutándolos a todos junto con su esposa Jezabel
El viñedo de Nabot
“El poder corrupto que deja de servir a la justicia y al bien común para buscar su propio interés en perjuicio de la justicia no termina nunca bien”
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