Habiendo ya dejado establecido que lo que en la Biblia y particularmente en el Nuevo Testamento se designa como “yugo desigual” concierne exactamente a los matrimonios mixtos entre un creyente y una pagana o una creyente y un pagano; hay asociaciones, pactos y alianzas que, aunque no involucren el matrimonio, sino sean más de carácter político, militar, jurídico o comercial, no dejan de ser hasta cierto punto “yugos desiguales”, como el pacto hecho entre el buen rey Josafat de Judá y el perverso Acab, rey de Israel: “Pero en el tercer año Josafat, rey de Judá, fue a ver al rey de Israel, el cual dijo a sus funcionarios: «¿No saben que Ramot de Galaad nos pertenece? ¡Y no hemos hecho nada para obligar al rey de Aram a que nos la devuelva!». Así que preguntó a Josafat: ꟷ¿Irías conmigo a pelear contra Ramot de Galaad? Josafat respondió al rey de Israel: ꟷEstoy a tu disposición, lo mismo que mi pueblo y mis caballos” (1 Reyes 22:2-4); pues si bien es cierto que sobre el papel ambos pertenecían al pueblo de Dios y desde este punto de vista asociarse con él en contra de los enemigos comunes de ambos reinos no debería representar problema, lo cierto es que el carácter moral de Acab y sus deslealtades hacia Dios eran bien conocidos y dejaban todo qué desear, por contraste con Josafat, un rey piadoso y aprobado por Dios que por cuenta de esta inconveniente e irreflexiva asociación, por poco echa a perder su buen legado, aunque a la postre su hijo Jorán fue el que sucumbió a esta asociación y su mala su influencia, muriendo violentamente como resultado de ella
Asociaciones inconvenientes
“Las malas asociaciones son yugos desiguales que pueden terminar poniendo en riesgo todo lo bueno que nos hemos esforzado por construir con esmero”
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