La Biblia menciona seis personas que cometieron suicidio: el juez Abimélec, el rey Saúl, su escudero, el consejero real Ahitofel, el rey Zimri y el apóstol Judas. Cuatro de ellos lo hicieron en medio del fragor de la batalla cuando todo se hallaba perdido, para evitar el dolor y la vergüenza de la derrota y de caer en manos de sus enemigos. Uno de estos fue el rey Saúl: “Saúl dijo a su escudero: «Saca la espada y mátame, no sea que esos incircuncisos me atraviesen cuando lleguen y se burlen de mí». Pero el escudero estaba tan asustado que no quiso hacerlo, de modo que Saúl mismo tomó su espada y se dejó caer sobre ella” (1 Samuel 31:4). El suicidio es, sin duda, un pecado, pues es privar a un ser humano de la vida, así sea la propia, y como tal es una violación del mandamiento de no matar. Sin embargo, no hay nada en la Biblia que indique que sea un pecado imperdonable que acarree sobre el suicida la condenación eterna. Por lo tanto, no se puede concluir dogmáticamente que el suicida pierda la salvación. Sobre todo en los casos en que pueda padecer de alguna condición mental de la cual no sea responsable que lo impulse a optar por esta decisión desesperada o también de algún tipo de posesión y control por parte de espíritus malignos que lo conduzca a este destructivo acto, condiciones ambas que a veces se pueden superponer y confundir. Y en cuanto al suicidio asistido o eutanasia, si bien nunca puede aprobarse desde la perspectiva cristiana, al final esta es una decisión propia de la libertad de examen y de conciencia de la persona de la que sólo ella dará cuenta a Dios
El suicidio en la Biblia
"Saúl es uno de los pocos casos de suicidio que encontramos en la Biblia que marca un triste epílogo en la vida de alguien que tenía mucho potencial”
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