Los milagros son, por definición, sucesos en los que las leyes conocidas de la naturaleza operan de manera diferente a lo habitual y a lo establecido. Como tales son eventos únicos e irrepetibles para la ciencia que se ocupa de estudiar el funcionamiento habitual de la naturaleza que puede verificarse todo el tiempo bajo condiciones de laboratorio. Eso significa, por una parte, que la ciencia nunca tendrá explicación para la ocurrencia de un milagro más allá de certificar a lo sumo que, en efecto, ocurrió, contra todo pronóstico. Y en segundo lugar, que la ciencia histórica no está en condiciones de establecer ni negar tampoco los milagros que hayan tenido lugar en el pasado más allá de descubrir o establecer las evidencias circunstanciales que se derivarían de su eventual ocurrencia. Por eso, la creencia en los milagros narrados en la Biblia concierne esencialmente a la fe y no a la ciencia. Debido a ello no debemos dar crédito a la leyenda urbana que circula por internet y afirma que la Nasa confirmó el milagro que la Biblia narra de este modo: “El sol se detuvo y la luna se paró, hasta que Israel se vengó de sus adversarios. Esto está escrito en el libro de Jaser. Y, en efecto, el sol se detuvo en el cenit y no se movió de allí por casi un día entero. Nunca antes ni después ha habido un día como aquel; fue el día en que el Señor obedeció la orden de un ser humano. ¡No cabe duda de que el Señor estaba peleando por Israel!” (Josué 10:13-14), por lo que más allá de esta descripción sin carácter científico, no podremos saber nunca la naturaleza exacta de éste ni de ningún milagro bíblico
El sol se detuvo y la luna se paró
“El milagro de prolongar el día para permitir que Israel derrotara por completo a sus enemigos no es algo que se pueda demostrar por medios naturales”
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