Cuando los israelitas fueron avanzando en su campaña de conquista de la tierra prometida, fueron viendo al mismo tiempo el respaldo divino en la empresa y sus temores se transformaron en una excesiva confianza que los llevó a bajar la guardia ante sus enemigos y a relajarse y no consultar con Dios como deberían las acciones que debían llevar a cabo en relación con ellos. Los gabaonitas sacaron incidentalmente provecho de esto al acudir a ellos y lograr engañarlos haciéndoles creer que no residían en Canaán, sino que venían de lejos para evitar ser exterminados como debían serlo los habitantes de Canaán, conforme a la instrucción divina, logrando concretar con los israelitas un tratado de paz que a la postre, cuando su estrategia se descubrió, tuvieron de cualquier modo que respetar: “Los hombres de Israel participaron de las provisiones de los gabaonitas, pero no consultaron al Señor. Entonces Josué hizo con ellos un tratado de ayuda mutua y se comprometió a perdonarles la vida. Y los jefes israelitas ratificaron el tratado… Entonces Josué llamó a los gabaonitas y les reclamó: ꟷ¿Por qué nos engañaron con el cuento de que eran de tierras lejanas, cuando en verdad son nuestros vecinos?” (Josué 9:14-15, 22). Este episodio ilustra uno de los consejos de la literatura sapiencial de la Biblia, particularmente en el libro de Proverbios, cuando se nos exhorta con estas palabras: “Confía en el Señor de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia” (Proverbios 3:5), pues en el mejor de los casos nuestra perspectiva será siempre limitada, mientras que la de Dios es completa
No consultaron al Señor
“Cuando confiamos excesivamente en nuestra propia prudencia y sabiduría más que en Dios, podremos tomar malas decisiones de manera inadvertida”
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