La arqueología demuestra que en el establecimiento de Israel en la tierra de Canaán existió un importante componente militar, tal como lo narra la Biblia. Sin embargo, también establece que no se trató de un triunfo militar fulminante y definitivo como el que a veces se plantea con base en la toma de Jericó, como si Israel hubiera sido todo el tiempo una fuerza avasallante irresistible, sino que los reductos de resistencia fueron numerosos y los israelitas tuvieron que aprender a convivir en muchos casos con los pueblos que no lograron ser exterminados ni reducidos del todo, algo que matiza y pone en perspectiva declaraciones generales como ésta: “Así logró Josué conquistar toda aquella tierra, conforme a la orden que el Señor le había dado a Moisés, y se la entregó como herencia al pueblo de Israel, según la distribución tribal. Por fin, aquella región descansó de las guerras” (Josué 11:23). Y es que la historia posterior demuestra que a pesar de esto, la influencia de los pueblos paganos sobre Israel nunca cesó del todo y que, en muchos casos, lo sorprendieron con la guardia baja llevándolo a hacer concesiones censurables e intolerables por parte de Dios hacia su nefasta influencia, como lo vemos no solo a lo largo del libro de Josué, sino de los libros bíblicos posteriores que narran la historia de Israel hasta el exilio babilónico a través de cerca de cinco siglos de su historia. Esto es ilustrativo para el creyente en la iglesia, quien no puede nunca olvidar que mientras estemos en este mundo, ninguna de las victorias de la fe será definitiva de modo que nunca dejemos de estar atentos y vigilantes
Con la guardia baja
“A lo largo de nuestra actual existencia, la derrota de los enemigos de nuestra vida no será nunca tan definitiva como para que bajemos la guardia”
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