Redargüir es un verbo en desuso que, sin embargo, expresa una idea difícil de transmitir con la misma precisión con otros verbos tales como “rebatir”, “objetar” o “refutar”. Porque redargüir significa no tan solo lo que estos últimos verbos indican, sino contrargumentar de tal manera que logramos invertir un argumento y ponerlo y utilizarlo en contra de quien lo presentó originalmente. Es decir, llevarnos a emitir sentencia sobre nuestro propio caso y a tener que declararnos culpables con los mismos argumentos que nosotros hemos expuesto. Esa fue la estrategia del profeta Natán cuando confrontó al rey David con su pecado de adulterio y homicidio en el caso de Betsabé y Urías el hitita y también la de su general Joab en complicidad con una viuda que apeló al rey con su caso para que dictara sentencia en él, cuando en realidad este caso representaba el del propio rey con su hijo Absalón, como declaró finalmente la viuda: “ꟷ¿Cómo es que intenta usted hacer lo mismo contra el pueblo de Dios? Al prometerme el rey estas cosas, se declara culpable, pues no deja regresar a su hijo desterrado. Así como el agua que se derrama en tierra no se puede recoger, así también todos tenemos que morir. Pero Dios no nos arrebata la vida, sino que provee los medios para que el desterrado no siga separado de él para siempre” (2 Samuel 14:13-14). Esta forma de argumentar es uno de los recursos preferidos por Dios en su trato con los suyos para que las conclusiones producto de este ejercicio se arraiguen sin obstáculos como convicciones en nuestras conciencias
El rey se declara culpable
"Al juzgar y emitir sentencia sobre casos ajenos quedamos comprometidos a aplicar los mismos criterios a nuestras situaciones personales particulares”
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