El rey David es en la Biblia un paradigma de piedad, devoción y compromiso con Dios, sin perjuicio de sus faltas que no se ocultan tampoco, pero que no lo despojan, sin embargo, del calificativo de ser un hombre conforme al corazón de Dios y lo colocan como el referente culminante en la historia de lo que será el reinado de Cristo, su descendiente desde el punto de vista humano, cuando regrese en gloria para establecerlo en la tierra, llevando las excelencias del reinado de David a alturas exponencialmente superiores e inimaginables, sin los lastres que el reinado de David tuvo que arrastrar. Entre estos se encuentran sus dolorosos conflictos familiares y las malas, accidentadas y trágicas relaciones entre sus hijos ꟷengendrados de esposas diferentesꟷ, comenzando por su hijo Amnón y su hija Tamar “pero cuando se acercó para darle de comer, él la agarró por la fuerza y dijo: ꟷ¡Ven, hermana mía, acuéstate conmigo! Pero ella exclamó: ꟷ¡No, hermano mío! No me fuerces, que esto no se hace en Israel. ¡No cometas esta infamia! ¿A dónde iría yo con mi vergüenza? ¿Y qué sería de ti? ¡Serías visto en Israel como un depravado! Yo te ruego que hables con el rey; con toda seguridad, no se opondrá a que yo sea tu esposa. Pero Amnón no hizo caso, sino que, aprovechándose de su fuerza, se acostó con ella y la violó” (2 Samuel 13:11-14), hasta los conflictos entre sus hijos Salomón y Adonías, pasando por los del malogrado y rebelde Absalón con el resto de sus hermanos y con el propio David, confirmando así que ningún éxito laboral o profesional compensa el fracaso en el hogar
El fracaso en el hogar
"Los conflictos familiares suelen ser dolorosas manchas presentes en la vida de los más grandes hombres, independiente de su responsabilidad en ello”
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