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El oído saborea las palabras

"Las palabras tienen tal importancia que las que decimos y escuchamos influyen siempre en nosotros, así como la comida influye en nuestros cuerpos”

En ciertos sectores de la iglesia actual se le atribuye a las palabras humanas un poder mágico tal que ha dado lugar a creencias supersticiosas que se traducen en lemas como “lo que dices recibes”, “no se ate con las palabras”, “la palabra tiene poder” y otras del mismo estilo que se repiten como estribillos y advertencias, más en línea con el movimiento secular de autoayuda y la llamada “actitud mental positiva” que con el cristianismo bíblico. Así, se supone que si hacemos declaraciones “positivas” sobre nosotros mismos, éstas moldearan casi automáticamente nuestra realidad, cual fórmula mágica, para transformarla de manera favorable, para bien; y que si hacemos lo contrario, entonces moldeará automáticamente nuestra situación y circunstancias para mal. Se le termina atribuyendo así a las palabras humanas un poder similar al de la Palabra creadora de Dios que hizo todo lo que existe con solo ser pronunciada. Para colocar las cosas en su justo lugar y proporción, es cierto que, como lo dice Eliú: “El oído saborea las palabras, como el paladar prueba la comida” (Job 34:3), es decir que las palabras que pronunciamos y escuchamos de manera habitual e insistente sí influyen en nosotros y en nuestro ánimo y disposición, predisponiéndonos en una u otra dirección, desencadenando procesos constructivos o destructivos en nuestras vidas, pero no de manera automática o mágica, sino influyendo en nuestra conducta, modificándola en la dirección declarada, por lo que es conveniente pronunciar y escuchar las que promueven nuestra obediencia a Dios

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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