Balán fue un profeta mercenario contratado por Balac, rey de Moab, pueblo enemigo de Israel, para que lo maldijera y dejarlo así vulnerable a sus ataques: “así que mandó llamar a Balán hijo de Beor, quien vivía en Petor, a orillas del río Éufrates, en la tierra de los amavitas. Balac mandó a decirle: «Hay un pueblo que salió de Egipto, y que ahora cubre toda la tierra y ha venido a asentarse cerca de mí. Te ruego que vengas y maldigas por mí a este pueblo, porque es más poderoso que yo. Tal vez así pueda yo vencerlos y echarlos fuera del país. Yo sé que a quien tú bendices, queda bendito, y a quien tú maldices, queda maldito»” (Números 22:5-6). Debido a sus censurables actuaciones, su nombre quedó como un referente para advertir al pueblo sobre las conductas que debería evitar y lo que éstas acarrearían sobre ellos, como lo hace la epístola de Judas al ponerlo en la mala compañía de Caín y Coré: “¡Ay de los que siguieron el camino de Caín! Por ganar dinero se entregaron al error de Balán y perecieron en la rebelión de Coré” (Judas 1:11). Pero también se condena su senda: “Han abandonado el camino recto y se han extraviado para seguir la senda de Balán, hijo de Bosor, a quien le encantaba el salario de la injusticia” (2 Pedro 2:15) y su doctrina: “»Sin embargo, tengo unas cuantas cosas en tu contra: toleras ahí a los que se aferran a la doctrina de Balán, el que enseñó a Balac a poner tropiezos a los israelitas, incitándolos a comer alimentos sacrificados a los ídolos y a cometer inmoralidades sexuales” (Apocalipsis 2:14), quedando así como un compendio de conductas que la Biblia condena
El mal ejemplo de Balán
“Balán es un personaje tristemente proverbial del Antiguo Testamento, como lo indican las referencias posteriores que se hacen a él en el Nuevo”
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