La polémica sostenida por la Biblia en contra del uso de imágenes obedece no sólo a la condenación de la idolatría en todas sus formas. Idolatría que recurre, por cierto, al uso y proliferación de imágenes de todo tipo para representar a los falsos dioses que se enmascaran detrás de ella. Pero lo cierto es que, más allá de la prohibición y los peligros y engaños involucrados en las imágenes en lo que a Dios se refiere, en realidad las imágenes sobran, pues Dios se revela a los hombres a través de sus diferentes nombres personales registrados en la Biblia y los profundos significados que ellos poseen, transmitiéndonos muchos aspectos de su ser que las imágenes están muy lejos de poder representar. Entre todos ellos sobresale el impronunciable Tetragramatón, nombre de cuatro letras ─YHWH─ con el que Dios se revela a Moisés, cuya pronunciación más probable es Yahveh y que significa de manera puntual, precisa y escueta “Yo soy”. Es decir el Ser personal y autoexistente que existe por sí mismo desde siempre y cuya realidad no depende ni se apoya en ningún otro ser diferente de sí mismo y que es, a su vez, la fuente de la que surgen y el fundamento en que se apoyan todos los seres de la creación, incluyendo, por supuesto, a nosotros, los seres humanos: “Pero Moisés insistió: ─Supongamos que me presento ante los israelitas y les digo: ‘El Dios de sus antepasados me ha enviado a ustedes.’ ¿Qué les respondo si me preguntan: ‘¿Y cómo se llama?’ ─Yo soy el que soy─ respondió Dios a Moisés─. Y esto es lo que tienes que decirles a los israelitas: ‘Yo soy me ha enviado a ustedes.’” (Éxodo 3:13-14).
El impronunciable Yo soy
“No necesitamos imágenes para representar a Dios pues Él se revela a través de su propio e inefable nombre personal: Yo soy”
Es fácil fallar cuando se quiere representar a Dios. Se puede representar un Espíritu? Dios es Espíritu.