Desde el punto de vista humano, David cubrió muy bien las huellas de su adulterio con Betsabé y del asesinato de su esposo, el capitán Urías el hitita, pues en el caso de este último su muerte en batalla quedaría como uno más de los desafortunados hechos y tragedias de la guerra y el embarazo de Betsabé en ausencia de su esposo, quien se hallaba en campaña militar en el extranjero como capitán del ejército israelita, también se resolvió mediante el matrimonio de David con la viuda de donde, ꟷcon la excepción de los quisquillosos a quienes les gusta hacer cuentas precisasꟷ, su embarazo sería entonces el inmediato resultado de este matrimonio y no de un adulterio previo. Pero cuando David creía que había cubierto muy bien su rastro, el profeta Natán lo abordó con un caso hipotético de manifiesta injusticia ideado para que David dictará sin saberlo sentencia sobre su propio caso y, tan pronto lo hizo así, Natán le hizo saber que se refería al rey en realidad: “Entonces Natán dijo a David: ꟷ¡Tú eres ese hombre! Así dice el Señor, Dios de Israel: “Yo te ungí como rey sobre Israel y te libré de la mano de Saúl. Te di el palacio de tu amo y puse sus mujeres en tus brazos. También te permití gobernar a Israel y a Judá. Y por si esto hubiera sido poco, te habría dado mucho más. ¿Por qué, entonces, despreciaste la palabra del Señor haciendo lo que le desagrada? ¡Asesinaste a Urías el hitita para apoderarte de su esposa! ¡Lo mataste con la espada de los amonitas!” (2 Samuel 12:7-9), pues el detalle decisivo que David no tuvo en cuenta ni pudo controlar fue, justamente, que: “… Sin embargo, lo que David había hecho le desagradó al Señor” (2 Samuel 11:27)
Cubriendo el rastro del pecado
"Aunque cubramos todos los rastros de nuestro pecado, a Dios no lo podemos engañar y nos reprenderá y lo sacará a la luz más temprano que tarde”
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