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El espíritu maligno se apoderó de Saúl

"Los espíritus malignos son reales, pero el dominio que ejercen sobre nosotros sólo es posible porque con nuestras propias actitudes lo permitimos”

El rey Saúl, ciertamente, era víctima de la influencia de un espíritu maligno que le quitaba la paz y nublaba su buen juicio y lo indispuso contra David, su mejor y más leal soldado, como podemos leerlo: “Al día siguiente, el espíritu maligno de parte de Dios se apoderó de Saúl, quien cayó en trance en su propio palacio. Andaba con una lanza en la mano y, mientras David tocaba el arpa, como era su costumbre, Saúl se la arrojó, pensando: «¡A este lo clavo en la pared!». Dos veces lo intentó, pero David logró esquivar la lanza” (1 Samuel 18:10-11). Sin embargo, la presencia y la actividad de este espíritu maligno con él no fue gratuita, ya que el rey con sus propios e infundados celos hacia David le formuló una invitación y le abrió la puerta desde adentro. Es que en este sentido la voluntad humana que, siguiendo los impulsos de “la carne” o naturaleza pecaminosa, se inclina al pecado e incurre en él de manera más o menos consciente y culpable, rara vez opera sola, sino que se encuentra con frecuencia bajo la influencia y presión externa de espíritus o entidades malignas oportunistas y de carácter personal que nos acechan y saben adivinar nuestros pensamientos más o menos previsibles para reforzar con sus propias sugerencias aquellos pensamientos humanos que convienen a sus perversos intereses. Así, aunque la decisión de incurrir en pecado no involucre de manera necesaria la actividad de un espíritu maligno induciéndola; el acto pecaminoso es en sí mismo una forma de conjurar a estos espíritus para que vengan a reforzar en lo sucesivo la inclinación de la persona humana hacia ese acto en particular voluntariamente escogido en un principio

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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