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El engaño de la prosperidad

“La prosperidad puede ser fatal pues da pie a la ilusión de que no tenemos necesidades, con el consiguiente deterioro de la fe”

Las épocas de la vida en que todo marcha bien conllevan sus particulares peligros para la vivencia de fe. En efecto, si no se toman medidas al respecto manteniéndose especialmente vigilantes en estas circunstancias, la prosperidad material suele ser contraproducente para la piedad, la devoción y el compromiso cristiano, pues si no implementamos garantías puntuales para evitarlo, la prosperidad material suele ser inversamente proporcional a la prosperidad espiritual, llevándonos a descuidar gradual e inadvertidamente nuestra relación con Dios y a dejar de lado la actitud de humilde gratitud y permanente sujeción a su voluntad y a sus preceptos, como si ya no necesitáramos de Dios o ya no dependiéramos de cualquier modo de Él, abandonando la conciencia cierta de que nada tendríamos si no fuera por Su gracia y Su continua actividad sustentadora actuando a nuestro favor y el hecho incontrovertible de que, por muchos bienes de fortuna que logremos alcanzar en esta vida al final de cuentas, como lo dijo el patriarca Job: “… «Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo he de partir. El Señor ha dado; el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!»” (Job 1:21). Por todo esto, haríamos bien en tener presente con toda la seriedad del caso la advertencia dada por Dios a su pueblo a través de Moisés: “»Cuando hayas comido y estés satisfecho, alabarás al Señor tu Dios por la tierra buena que te habrá dado. Pero ten cuidado de no olvidar al Señor tu Dios. No dejes de cumplir sus mandamientos, normas y preceptos que yo te mando hoy” (Deuteronomio 8:10-11)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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