En el campo de la crítica textual aplicada a la Biblia el carácter cuestionable de tres pasajes del Nuevo Testamento en el sentido de no formar parte de los auténticos documentos originales de estos libros tal y como figuran en nuestras Biblias, ya es un hecho conocido por eruditos y por cristianos inquisitivos y estudiosos. Estos tres pasajes son Juan 7:53-8:11 en el que encontramos el, de cualquier modo, inspirador relato evangélico sobre la mujer sorprendida en el mismo acto de adulterio. En segundo lugar, la llamada “coma joanina”, que hace referencia a un añadido hecho al capítulo 5 de la primera epístola de Juan entre los versículos 7 y 8, añadido señalado aquí entre corchetes así: “Tres son los que dan testimonio [en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y estos tres son uno. Y hay tres que dan testimonio en la tierra] y los tres están de acuerdo: el Espíritu, el agua y la sangre”. Y por último encontramos el epílogo del evangelio de Marcos que va desde el versículo 9 al 20 del capítulo 16 de su libro.
Estos tres pasajes no figuran en los manuscritos griegos más antiguos hoy conocidos. A pesar de esto y sin perjuicio del reconocimiento generalizado que ya existe en cuanto a la toma de conciencia sobre estos añadidos, el pasaje del evangelio de Juan se conserva en nuestras Biblias sin demasiada discusión, dado el talante de la narración que coincide hermosa y plenamente con el espíritu misericordioso de perdón manifestado por el Señor Jesucristo durante todo el curso de su ministerio terrenal tal y como lo recogen los evangelios y lo interpretan y explican el resto de libros inspirados del Nuevo Testamento, ilustrándolo en este caso con una de las más ingeniosas respuestas dadas por el Señor a los fariseos que se empeñaban todo el tiempo en ponerlo a prueba y que, por lo mismo, es improbable que sea un invento de la iglesia sino que proceda de un episodio real, revelándonos de paso el papel que la conciencia desempeña, por encima incluso de la ley, para acusarnos y dejarnos a todos convictos de pecado.
Por su parte, la “como joanina” ya no se conserva en el texto de las traducciones modernas de la Biblia, aunque suele figurar en el pie de página con una nota explicativa, en respeto y consideración a los numerosos manuscritos más tardíos que sí lo contienen, dado que muchos cristianos poco ilustrados creen que eliminarlo de nuestras Biblias pondría en tela de juicio la doctrina de la Trinidad, pero éste es un temor sin fundamento, pues la doctrina de la Trinidad está atestiguada de muchas otras numerosas maneras en la Biblia en general y en el Nuevo Testamento en particular, por lo que este añadido por parte de algunos cristianos muy escrupulosos y bien intencionados ꟷpero de cualquier manera desacertados al añadir al texto sagrado original algo que no se encontraba en élꟷ, para establecer la Trinidad de manera indiscutible, no se requiere en realidad ni quita ni añade nada esencial a la doctrina trinitaria.
Y en relación con Marcos, que es el pasaje más señalado y discutido de los tres, la Biblia de Estudio Arqueológica nos informa que, con todo y el hecho de que: “La mayoría de los textos griegos y varias traducciones antiguas concluyen con el final familiar para nosotros en Marcos 16:9-20”, eso no quita que: “El manuscrito más antiguo con ese final es del siglo V” añadiendo enseguida, para equilibrar de nuevo el cuadro que, aunque no dispongamos de manuscritos más antiguos que lo contengan más allá del siglo V: “la evidencia de los padres de la iglesia sugiere que ya estaba en existencia durante el siglo II”. Esta evidencia se refiere en particular al testimonio de Justino Mártir, Ireneo y Tertuliano. De hecho, MacArthur recoge la hipótesis bastante especulativa de que: “Los versículos 9 al 20 representan un intento antiguo por completar el Evangelio de Marcos (posiblemente en el siglo II por los padres Ireneo, Taciano y quizá Justino Mártir)”.
Pero es Rikk E. Watts quien nos da una síntesis de la posición mayoritaria al respecto de los eruditos actuales diciendo: “Los eruditos concuerdan casi universalmente que esta sección fue una adición posterior, quizá de un escriba del siglo II, para rectificar el problema percibido del v. 8”, es decir el final abrupto y algo mutilado de este evangelio ꟷdel que se habría perdido su epílogo originalꟷ, indicando enseguida las tres razones que hacen dudar de la autoría de Marcos para esta porción de su evangelio: “Los manuscritos mejores y más antiguos no contienen estos versículos; son desconocidos para un número de los primeros padres de la iglesia [con las significativas excepciones ya señaladas], y su vocabulario y estilo difieren del resto de Marcos”. Con base en todo esto Ryrie recomienda: “La dudosa autenticidad de los vv. 9-20 hace que sea poco prudente el construir una doctrina o basar una experiencia en ellos”, opinión compartida por MacArthur al declarar: “Los vv. 9-20 deberían ser siempre comparados con el resto de las Escrituras, y ninguna doctrina formulada tomando en cuenta únicamente estos versículos”, pero ninguno de ellos recomienda quitarlo del evangelio mientras el debate sobre su autenticidad siga abierto.
Por eso, MacArthur contrapesa su anterior recomendación diciendo: “A pesar de todas estas consideraciones de la probable falsedad de esta sección, es posible que no sea así y, por consiguiente, es bueno considerar el significado de este pasaje y dejarlo en el texto, siguiendo el ejemplo de Juan 7:53-8:11”. Y la Biblia de Estudio Arqueológica, habiendo señalado también todo lo anterior en cuanto a su dudosa autenticidad, cierra diciendo: “Sin embargo, el libro hasta el versículo 20 se incluye en el canon del Nuevo Testamento, las Escrituras autorizadas de la iglesia”. En la misma línea se pronuncia la Biblia de Estudio Harper Caribe: “Aunque el pasaje (vv.9-20) probablemente no fue redactado por Marcos, igualmente debe considerarse como parte del canon de las Escrituras”. Y la Biblia de Jerusalén sostiene que: “El ‘final de Marcos’, vv. 9-20, forma parte de las Escrituras inspiradas; es considerado como canónico. Esto no significa necesariamente que haya sido redactado por Marcos”, pasando luego a enumerar las ya señaladas razones para dudar de su autoría, para concluir finalmente que, en el peor de los casos: “Si no se puede demostrar que haya tenido a Marcos por autor, lo cierto es que constituye, según la frase de Swete, «una auténtica reliquia de la primera generación cristiana».
Este final y el debate abierto alrededor de él obedece, como nos lo informa la Biblia de Estudio de Apologética, a una de tres razones posibles: “O bien, Marcos terminó su evangelio aquí, o de manera deliberada nunca escribió un final, o el original se perdió”, añadiendo luego una consideración alrededor de la primera de estas opciones: “esta conclusión abrupta concuerda con la manera, también abrupta, en que Marcos comienza su Evangelio, en comparación con los otros”. Después de todo, si bien el pasaje es algo inconsistente con el vocabulario y el estilo exhibido por Marcos en el resto de su evangelio, un criterio que no es por sí solo concluyente para descartar su autoría, y no existe tampoco una clara sucesión de continuidad entre el versículo 8 y el versículo 9, las particularidades teológicas de este final, que es el que se ha impuesto (pues existen también manuscritos con otros finales más breves y diferentes a éste que muestran la preocupación de la iglesia primitiva por suplir la carencia de un final adecuado para este evangelio ante la evidencia de que su final original probablemente se haya perdido), no son inconsistentes ni contrarias a la teología exhibida en este evangelio y en el Nuevo Testamento en general.
En realidad, el criterio de mayor peso en contra de la autoría de Marcos es, fundamentalmente, que no aparece en los manuscritos griegos más antiguos, pues en cuanto al testimonio de los padres de la iglesia, este criterio se podría utilizar a favor o en contra, ya que, a la par que Clemente y Orígenes de Alejandría, así como Eusebio y Jerónimo no demuestran conocimiento de este final y los dos últimos afirman expresamente que casi todos los manuscritos griegos que ellos conocían terminaban en el versículo 8, igualmente y como ya se dijo, Justino Mártir, Ireneo, Taciano y Tertuliano dan testimonio a favor de este final, por lo que, como lo dice la Biblia de Jerusalén: “La tradición patrística presenta también cierta fluctuación” y es ambigua al respecto. Además, la carencia de manuscritos antiguos en griego que lo contengan contrasta con el hecho de que las más antiguas traducciones al latín, al siríaco y al copto sí lo incluyen. Por todo ello la cuestión sobre su autenticidad debe mantenerse abierta, a pesar del peso que tenga su ausencia en los manuscritos más antiguos para llegar a pronunciamientos concluyentes.
En cuanto a las consideraciones teológicas no hay ninguna lesión a la sana doctrina y a lo que ya sabemos por medio de los otros evangelios, los Hechos de los Apóstoles y las epístolas. En este final encontramos en primer lugar una alusión a María Magdalena consistente con Lucas 8:2, seguida de un resumen de las apariciones de Cristo resucitado que es consistente con las indicadas en otras partes del Nuevo Testamento.Enseguida leemos las palabras del Señor exhortando a sus discípulos a la gran comisión de una manera que es también consistente con la versión conocida de Mateo 28, acompañada de una referencia a señales milagrosas que es consistente con la experiencia y las expectativas de la iglesia primitiva sobre el empleo de los dones carismáticos.
Se discute un poco su alusión al bautismo en agua como si fuera requisito para la salvación, pero un examen cuidadoso de la redacción y del vocabulario no da pie a esta un poco apresurada y ligera conclusión, siendo la fe el requisito decisivo para ser salvo, de manera consistente con el resto del Nuevo Testamento. Y la referencia a tomar en las manos serpientes y a beber algo venenoso sin sufrir daño no puede interpretarse equivocadamente como una orden para manipular serpientes ni mucho menos, infringiendo así la instrucción expresa de no poner a prueba a Dios; sino una referencia a la protección milagrosa de Dios que tiene una corroboración incidental en lo sucedido al apóstol Pablo en Hechos 28:1-6. La mención final de la ascensión de Cristo también es histórica y teológicamente consistente con los demás evangelios y escritos del Nuevo Testamento, así como la obediencia de la iglesia a la gran comisión y el respaldo divino por medio de señales milagrosas. Por todo lo anterior y sin perjuicio de la discusión alrededor de su autoría, este epílogo debe conservarse y concedérsele el beneficio de la duda dentro del canon bíblico, con las salvedades señaladas por Ryrie y MacArthur, que pueden ser un poco innecesarias tomando en cuenta que, como lo dice la Biblia Mensaje Profético y Escatológico: “tampoco las ideas [de este epílogo] son profundas, aunque son interesantes para conocer el pensamiento de la comunidad posterior”.
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