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El compromiso de la fe

“La fe no es algo de tomar y dejar, pues es preferible no creer que creer para luego dejar de hacerlo, porque no hay más opciones”

El compromiso que la fe implica para el creyente es recíproco en lo que a Dios concierne. Es decir que la fe es la aceptación irreversible por parte del creyente de la oferta de salvación que Dios le formula mediante el evangelio de Cristo y la decisión igualmente irrevocable por parte de Dios de honrar su oferta y ser fiel hasta el final a todo lo que ella implica para la vida del creyente. Como tal, la fe es un pacto entre Dios y el hombre que reviste una seriedad superlativa y subordina, condiciona, modifica o matiza todos los demás compromisos, relaciones y conducta de la vida del ser humano que lo suscribe y, por lo mismo, no se puede tomar a la ligera, pues así como a Dios le costó nada más y nada menos que la vida de su Único Hijo, también para el creyente implica un costo ineludible: el costo del discipulado o del seguimiento de Cristo en el que nuestra fidelidad a Dios debe procurar ser tan constante y firme como lo es Su fidelidad hacia nosotros. Por eso el apóstol Pedro expresa en el Nuevo Testamento la seriedad de este compromiso diciendo: “Más les hubiera valido no conocer el camino de la justicia, que abandonarlo después de haber conocido el santo mandamiento que se les dio” (2 Pedro 2:21), en línea de continuidad con las solemnes y graves palabras de la epístola de los Hebreos advirtiendo contra el abandono de la fe al decir: “Es imposible que renueven su arrepentimiento aquellos que han sido una vez iluminados…  y después de todo esto se han apartado. Es imposible, porque así vuelven a crucificar, para su propio mal, al Hijo de Dios, y lo exponen a la vergüenza pública” (Hebreos 6:4-6)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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