Uno de los argumentos naturales clásicos a favor de la existencia de Dios es el llamado “argumento ontológico” formulado por primera vez por Anselmo de Canterbury que gira alrededor del hecho de que todos los seres humanos sin excepción tenemos, previa a cualquier experiencia, la idea de un Ser con todas las perfecciones y grandezas que la mente humana puede concebir y al que no tenemos más opción que referirnos como Dios, así no sea más que para proceder enseguida a negarlo en el caso de los ateos. Una idea universal que si bien no demuestra la existencia de Dios, no deja de ser inquietante y hace de su existencia algo completamente plausible, racional e incluso probable. Sin embargo y dando por sentada la existencia de Dios, los creyentes sabemos que Él no es solamente el Ser más grande que pueda concebirse, sino mucho más que eso. Él es el Ser que ha concebido las cosas más grandes que pueden ser concebidas, muchas de ellas aún no comprendidas, conocidas ni exploradas por el ser humano a pesar de los grandes avances de la ciencia, manteniendo así en pie la capacidad de asombro y el sentimiento de humilde gratitud y reverencia que el universo y la realidad del Dios que se halla detrás de aquel y de nuestras propias historias personales, puede seguir generando en todo ser humano honesto y desprejuiciado, llevándonos a exclamar junto con Moisés: “’Tú, Señor y Dios, has comenzado a mostrarle a tu siervo tu grandeza y tu poder; pues ¿qué dios hay en el cielo o en la tierra capaz de hacer las obras y los prodigios que tú realizas?” (Deuteronomio 3:24)
El argumento ontológico
“Dios no es sólo el Ser más grande que puede concebirse sino el Ser que concibe las cosas más grandes que puedan ser concebidas”
Anselmo de Canterbury también nos enseña la importancia de la Fe acompañada de la razón.
Gracias Pastor, en realidad todos tenemos un ADN que reconoce inicialmente la existencia de un ser superior.
En algunos, simplemente no ha resucitado.
Por supuesto. Anselmo de Canterbury es el inspirador de este blog y quien me brindó la pauta para guiar toda mi actividad. Y su argumento, aunque desde el punto de vista estrictamente racional tal vez sea el más débil y el más atacado (aunque igualmente defendido) de los cuatro argumentos naturales a favor de la existencia de Dios, es el que a mí siempre me ha convencido más de manera intuitiva y no de manera discursiva.
Gracias Pastir