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Vagando por el desierto

“Dios determinó que Su pueblo cruzara por el desierto, pero el tiempo de permanencia en él fue entera responsabilidad del pueblo”

Para quienes recorren hoy por tierra el trayecto entre Egipto e Israel resulta incomprensible y difícil de creer que a Israel le hubiera tomado cuarenta años entrar en la tierra prometida luego de su salida de Egipto liderados por Moisés. Para entender esto no basta matizar el asunto señalando que este era un grupo muy numeroso de cerca de dos millones de personas desplazándose a pie y dentro del cual había mujeres, niños y ganado junto con todo el equipaje que acompañaría una migración masiva de este estilo. Tampoco es suficiente señalar que en realidad a los israelitas les tomó tan sólo dos años llegar a las puertas de la tierra prometida, para tener que comenzar a deambular a partir de este momento en el desierto otros treinta y ocho años más antes de poder entrar en la tierra de Canaán. Más allá de estas necesarias consideraciones, lo cierto es que en la voluntad de Dios Israel debía pasar por el desierto para poder entrar a la tierra prometida, pues el desierto es un paso necesario para aprender lecciones de vida y madurar en la fe de una manera que no se puede lograr de ningún otro modo. Sin embargo, el tiempo final de permanencia en el desierto no formaba parte de la voluntad de Dios, sino que fue el producto de la necedad y resistencia del pueblo para aprender rápidamente las lecciones del caso, algo que por lo visto no logró toda una generación de israelitas que tuvieron por ello que vagar y morir en el desierto: “El Señor se encendió en ira contra Israel, y los hizo vagar por el desierto cuarenta años, hasta que murió toda la generación que había pecado” (Números 32:13)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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