Dios, que es espíritu, actúa en el mundo material con poder soberano y de manera sabiamente selectiva, intencional y voluntaria a través de realidades materiales que manifiestan, entonces, Su presencia y Su poder en momentos estratégicos y cuidadosamente escogidos de la historia humana. Por esta causa los seres humanos, obnubilados por los sentidos e incapaces en muchos casos de distinguir entre lo que se percibe por medio de ellos y lo que escapa a su percepción, no logran diferenciar entre el Espíritu de Dios manifestándose y obrando a través de estas realidades y los realidades mismas, y por esta razón tienden a pensar que Dios está de algún modo confinado o limitado a estos objetos de tal manera que podemos servirnos de ellos para poner el poder de Dios a nuestra disposición de manera mágica e independiente de nuestro carácter moral y de la voluntad de Dios que estaría, por lo tanto, atado y obligado a actuar a través de estos objetos sometidos a la manipulación humana. Pero Dios desmiente estas presunciones, como lo hizo en relación con el arca del pacto en la que se manifestaba Su presencia, que fue trágicamente capturada por sus enemigos cuando Israel trató de manipularla en la batalla para obtener la victoria, con la consecuente vergüenza y desgracia para la nación: “Pero por causa de la captura del arca de Dios y por la muerte de su suegro y de su esposo, puso al niño el nombre de Icabod, para indicar que la gloria de Israel había sido desterrada. Exclamó: «¡Se han llevado la gloria de Israel! ¡El arca de Dios ha sido capturada!»” (1 Samuel 4:21-22)
El arca ha sido capturada
“Dios es libre y Su poder no está confinado ni condicionado por los objetos materiales concretos a través de los cuales se ha manifestado en el pasado”
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