Si bien el acceso del pueblo a Dios por parte de los miembros de las doce tribus estaba restringido por numerosos preceptos de la ley que establecían estas restricciones, así como la mediación obligatoria de levitas y sacerdotes, que eran las personas del pueblo facultadas por Dios por intermedio de las cuales los demás israelitas podían acceder al santuario; también es cierto que, descontando estas necesarias restricciones y mediaciones protectoras sobre el pueblo ꟷpara que no perecieran en el intento por causa de la santidad de Dios al acercarse por conductos no autorizados al santuario en que Él se manifestabaꟷ, todas las doce tribus tenía siempre a la vista el santuario al acampar y marchar en su peregrinaje por el desierto, pues: “«Los israelitas acamparán alrededor de la Tienda de reunión, mirando hacia ella, cada cual bajo el estandarte de su propia familia patriarcal” (Números 2:2). Así, pues, el santuario portátil se desmontaba y transportaba por parte de los sacerdotes y levitas justo en medio del pueblo, flanqueado siempre por tres tribus por cada uno de sus cuatro lados y así mismo se volvía a montar, indicando con ello el acceso de todos los miembros de las otras tribus a Dios sin favoritismos ni preferencias arbitrarias de ningún tipo, anticipando así el acceso de toda la humanidad a Dios en los mejores términos a través de la mediación de Cristo, como lo comprendió y declaró el apóstol: “… ꟷAhora comprendo que en realidad para Dios no hay favoritismos, sino que en toda nación él ve con agrado a los que le temen y actúan con justicia” (Hechos 10:34-35)
El acceso al santuario
“El santuario de Dios en el desierto se encontraba justo en el centro del campamento para garantizar el acceso y la presencia de Dios para todos”
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