Tenemos aquí una secuencia estrictamente lógica de causa y efecto en la que la negación de la causa: la gloria de Dios, conduce automáticamente a la negación del efecto: la dignidad humana, dependiente por completo de la primera. Tanto así que los tan cacareados “derechos humanos” dejan de ser derechos y se quedan sin un respaldo racional consistente y definitivo en un contexto ateo, y no es, por tanto, sorprendente, que haya sido y siga siendo bajo regímenes políticos ideológicamente ateos que se dé la más masiva y sistemática violación de los derechos humanos. Después de todo, si no existe un Dios que garantice la existencia de la moralidad y los derechos humanos todo se reduce a la ley del más fuerte, dando cumplimiento a la sentencia de Fedor Dostoievski que dice: “Si Dios no existe, todo está permitido”. Pero es precisamente porque Dios existe que el ser humano posee una dignidad especial y única. Una dignidad derivada de la gloria divina del Dios Trino que, al crear al hombre, según nos lo revela Génesis 1:26, dijo: “… «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza…”. Es por eso que negar a Dios degrada automáticamente a los seres humanos a la condición de animales evolucionados y nada más, guiados, entonces, por el principio de la selección natural y la supervivencia del más fuerte o mejor adaptado, como lo sostiene el evolucionismo ateo de Darwin, contexto en el cual no hay ni bien ni mal absolutos, pues de existir estas categorías morales, sus contenidos serían siempre los que determinen quienes tengan el poder para lograr imponerlos por la fuerza sobre los demás y nada más.
Dignidad humana, gloria divina
"El único fundamento de la dignidad humana es la gloria divina. Si negamos a Dios su gloria negamos también la dignidad humana"
Me encanto este artículo. Me siento identificada con su exposición de la dignidad! El único del que viene nuestra dignidad verdadera es de Dios! Aleluya!