Israel o el Reino del Norte dejó de existir en el año 722 a. C. al caer derrotado y conquistado por el poder del imperio Asirio bajo el mando de Salmanasar, como resultado del juicio de Dios sobre ellos por la desobediencia, maldad e impiedad de todos sus diecinueve reyes sin excepción, procedentes de nueve dinastías diferentes en el poder. Judá o el Reino del Sur permaneció en pie poco más de cien años adicionales, hasta caer también bajo el poder del imperio Babilónico de Nabucodonosor, que sucedió al imperio Asirio, debido a que entre sus veinte reyes, todos de la dinastía de David, hubo cuatro de ellos declarados buenos sin reservas, y otros cuatro declarados también buenos, aunque con algunas reservas y manchas en su historial, que difirieron el justo juicio de Dios sobre ellos estos poco más de cien años en relación con el reino del Norte. Ezequías, uno de los cuatro reyes buenos del primer grupo fue determinante, pues gracias a él y su humilde sometimiento y apelación a Dios en oración ante la amenazante carta de los asirios, halló tal favor delante de Él que Dios intervino milagrosamente para impedir que Judá cayera también derrotado ante el imperio Asirio que venía arrasando con todos los pueblos que hallaba en su camino, como lo registra la Biblia: “Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros y la leyó. Luego subió al Templo del Señor, la desplegó delante del Señor, y en su presencia oró así:… Ahora, pues, Señor y Dios nuestro, por favor, sálvanos de su mano, para que todos los reinos de la tierra sepan que solo tú, Señor, eres Dios»” (2 Reyes 19:14-15, 19)
Desplegó la carta delante del Señor
“La presencia en Judá de contados reyes piadosos retrasó sobre ellos el juicio disciplinario ejercido por Dios sobre Israel por medio de los asirios”
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