Ezequías, uno de los cuatro reyes buenos de Judá y quien mediante su actitud humilde y piadosa para acudir a Dios en oración ante la amenaza del imperio Asirio, obtuvo como respuesta una liberación milagrosa que le permitió al Reino del Sur seguir en pie mientras el Reino del Norte caía en poder de los asirios; llevó a cabo no obstante un acto censurable de ostentación exhibicionista movido por la vanidad, una de las formas más infantiles de orgullo. Este acto consistió en que: “En aquel tiempo Merodac Baladán, hijo de Baladán y rey de Babilonia, envió cartas y un regalo a Ezequías, porque supo que había estado enfermo. Ezequías se alegró al recibir esto y mostró a los mensajeros todos sus tesoros: la plata, el oro, las especias, el aceite fino, su arsenal y todo lo que había en ellos. No hubo nada en su palacio ni en todo su reino que Ezequías no les mostrara” (2 Reyes 20:12-13). Este acto fue reprendido posteriormente por el profeta Isaías quien se pronunció de este modo: “Entonces Isaías dijo: ꟷOye la palabra del Señor: Sin duda vendrán días en que todo lo que hay en tu palacio y todo lo que tus antepasados atesoraron hasta el día de hoy, será llevado a Babilonia. No quedará nada ꟷdice el Señorꟷ. Y algunos de tus hijos, tus descendientes, serán llevados para servir como eunucos en el palacio del rey de Babilonia” (2 Reyes 20:16-18), como en efecto sucedió poco más de cien años después cuando Judá, a su vez, cayó bajo el poder del emergente Imperio Babilónico del rey Nabucodonosor que derrotó al Imperio Asirio y lo sucedió en su dominio del Medio Oriente
Exhibicionismo ostentoso
“La ostentación exhibicionista es una señal clara de orgullo que nos pasará cuenta de cobro cuando seamos despojados de aquello de lo que ostentamos”
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