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Segmentos

Danos un rey que nos gobierne

“Dios ya había anticipado el momento en que los israelitas pedirían un rey y había advertido sobre las implicaciones que esto tendría sobre Su pueblo”

Es muy significativo que Dios hubiera incluido en la ley mosaica prescripciones y reglamentaciones dirigidas a los reyes casi tres siglos antes de que, en efecto, Israel optara por pedir un rey en reemplazo de la figura del juez que los venía gobernando en cabeza de Samuel, el último de ellos, cuyos hijos dejaban mucho que desear para una sucesión hereditaria, anticipando en su presciencia ese momento: “Cuando tomes posesión de la tierra que te da el Señor tu Dios y te establezcas, si alguna vez dices: «Quiero tener sobre mí un rey que me gobierne, así como lo tienen todas las naciones que me rodean»” (Deuteronomio 17:14). Ciertamente, cuando llegó el momento vemos que: “Por eso se reunieron todos los jefes de Israel y fueron a Ramá para hablar con Samuel. Le dijeron: «Tú has envejecido ya, y tus hijos no siguen tu ejemplo. Mejor danos un rey que nos gobierne, como lo tienen todas las naciones»” (1 Samuel 8:4-5). Y si bien Dios no les negó la petición, siendo así consecuente con lo dicho al respecto previamente en la ley mosaica, sí trató de disuadirlos indicándoles como los trataría un rey y cómo se enseñorearía sobre ellos imponiéndoles tributos para el sostenimiento de la corte y todos sus funcionarios junto con el ejército y la burocracia gubernamental. A pesar de ello, el pueblo no desistió de su petición, por lo que, ya advertidos al respecto, Dios les concedió su petición solo para ver como la historia posterior confirmó sus advertencias, pues el periodo de los reyes, con muy honrosas excepciones, muestra un balance negativo con muchos más malos que buenos reyes

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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