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Culpa, arrepentimiento y confesión

“Intentar eliminar el sentimiento de culpa sin arrepentimiento y confesión de pecado es tratar el síntoma sin sanar la enfermedad”

La reverenciada atea Marghanita Laski dijo en cierta oportunidad con gran honestidad: “Lo que más les envidio a ustedes los cristianos es el perdón; yo no tengo nadie que me perdone”. Y es que el manejo de la culpa no concierne solamente al hombre religioso, sino también a las personas sin religión, agnósticas e incluso ateas. Con el agravante de que éstas, precisamente por su irreligiosidad, no tienen como tratar con ella eficaz y concluyentemente. Usualmente en estos casos la única alternativa es negar la culpa, junto con su causa, que no es otra que el pecado humano. Pero negar la culpa es eliminar tan sólo el síntoma sin tratar con la enfermedad, y negarlos ambos es aún más necio, pues no por eso el problema desaparece, sino que a lo sumo se difiere y acrecienta. Dios hizo arreglos en la Ley para tratar temporalmente con esta realidad entre el pueblo judío, pero la solución definitiva vino a través del sacrificio expiatorio de Cristo, el “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29), cuyos efectos se extienden a toda la humanidad y no sólo a los judíos. El perdón es la contraparte divina al arrepentimiento humano que hace que éste no sea un ejercicio estéril y sin provecho y como tal es anunciado y reiterado en las Escrituras de muchas maneras, de modo que la culpa no se acumule sobre nuestras conciencias sensibles y se vuelva así un peso intolerable que nos paralice y nos convierta en personas disfuncionales agobiadas por este peso. Por eso: “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad” (1 Juan 1:9)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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