La división del reino de Israel fue decretada y anunciada por Dios como castigo sobre Salomón por seguir a los dioses de los pueblos de sus numerosas esposas y concubinas: “El Señor le dijo: «Ya que procedes de este modo, y no has cumplido con mi pacto ni con los estatutos que te he ordenado, puedes estar seguro de que te quitaré el reino y se lo daré a uno de tus siervos. No obstante, por consideración a tu padre David no lo haré mientras tú vivas, sino que lo arrancaré de la mano de tu hijo. Y a este, también por consideración a mi siervo David y a Jerusalén, no le quitaré todo el reino, sino que le dejaré una sola tribu, la cual ya he escogido»” (1 Reyes 11:11-13), pero las circunstancias que propiciaron esta división tienen que ver con el mal juicio de su hijo y sucesor Roboán al pedir consejo para responder las quejas formuladas en nombre del pueblo por Jeroboán, enemigo político de su padre que lideró la rebelión que culminó en la división del reino, dejando a Jeroboán al frente de diez tribus y a Roboán al frente de las restantes tribus de Judá y Benjamín únicamente. En efecto, Roboán pidió el consejo sabio de los ancianos experimentados que habían estado al servicio de su padre: “Pero Roboán rechazó el consejo que le dieron los jefes y consultó más bien con los jóvenes que se habían criado con él y que estaban a su servicio” (1 Reyes 12:8), dando una respuesta tan carente de sabiduría a Jeroboán y las diez tribus, que éstas le retiraron su apoyo y se lo brindaron a Jeroboán para que reinara sobre ellas en vez de Roboán, dando así cumplimiento al anuncio divino
Consultó más bien con los jóvenes
“Roboán heredó de su padre Salomón un reino que se estaba agrietando, pero fueron sus equivocaciones al pedir consejo las que acabaron dividiéndolo”
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