Retomando la llamada “voluntad permisiva” de Dios que toleraba ciertas prácticas que no contaban, sin embargo, con su aprobación irrestricta, tales como la esclavitud, la poligamia, el divorcio y la monarquía; Salomón se encuadra dentro de la última de ellas en su condición de rey, incurriendo, además, en la segunda de ellas: la poligamia, en tal cantidad que transgredió la instrucción específica dada por Dios en la ley para reducir esta práctica a niveles aceptables, llegando a tener setecientas esposas y trescientas concubinas. Y por si esto no fuera suficiente, sus numerosas esposas y concubinas procedían de pueblos paganos para fortalecer alianzas políticas, configurando una práctica prohibida en Israel: el llamado “yugo desigual”, es decir la unión matrimonial entre creyentes e incrédulos, según lo leemos: “Ahora bien, además de casarse con la hija del faraón, el rey Salomón amó a muchas mujeres moabitas, amonitas, edomitas, sidonias e hititas, todas ellas mujeres extranjeras que procedían de naciones de las cuales el Señor había dicho a los israelitas: «No se unan a ellas ni ellas a ustedes, porque de seguro les desviarán el corazón para que sigan a otros dioses». Con tales mujeres se unió Salomón y decidió amarlas… todas estas mujeres hicieron que se desviara su corazón” (Deuteronomio 11:1-3). Así, la sabiduría proverbial por la que Salomón se distinguió en buena parte de su reinado se vio manchada y estropeada por su conducta durante los años posteriores de él, al punto que esto último es lo que queda en la retina
Amó a muchas mujeres
“La poligamia y el yugo desigual se combinaron para marcar el comienzo de la decadencia del rey Salomón que casi hacen olvidar su sabiduría anterior”
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