En el contexto del papel que la conciencia está llamada a cumplir en la vida humana en general y en la iglesia en particular y teniendo en cuenta que, entre más nos resistamos y obremos en contravía con ella, más inoperante se vuelve la conciencia para orientar acertadamente nuestras decisiones; la Biblia identifica ciertas etapas o pasos degenerativos en los que la conciencia humana puede ir cayendo, al amparo de la iniciativa divina para “soltar las amarras” gradualmente y dejar que quienes se resisten a Él con necia rebeldía y desobediencia, se desboquen finalmente en sus extraviados caminos y cosechen todo el fruto de sus rebeldías sin restricciones de Su parte, descritos en el capítulo 1 de Romanos con la repetida expresión: “… Dios los entregó…” (Romanos 1:24, 26 y 28). Pero adicionalmente a la descripción de Romanos, la Biblia se refiere a estos pasos aludiendo también a la conciencia de manera expresa, desde la conciencia iluminada alcanzada por quienes se esmeran por honrar a Dios con una limpia conciencia, hasta la conciencia cauterizada o encallecida de quienes abandonan la fe para seguir inspiraciones engañosas y doctrinas diabólicas, en la medida en que promueven la automortificación y el ascetismo extremo, denunciadas por el apóstol Pablo en 1 Timoteo 4:1-3; hasta tocar fondo con la conciencia corrompida de quienes todo lo contaminan con su manera maliciosa de actuar y juzgarlo todo, pues: “Para los puros todo es puro, pero para los corruptos e incrédulos no hay nada puro. Al contrario, tienen corrompidas la mente y la conciencia” (Tito 1:15)
Conciencias adormecidas y desatadas
“El pecado adormece e inutiliza la conciencia corrompiéndola al punto que ya no nos acusa de nada aunque seamos culpables de todo”
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