El libro de Apocalipsis recoge el clamor de los mártires cristianos en estos términos: “… «¿Hasta cuándo, Soberano Señor, santo y veraz, seguirás sin juzgar a los habitantes de la tierra y sin vengar nuestra muerte?»”u (Apocalipsis 6:10), pues nunca han faltado mártires a la iglesia a lo largo de sus dos mil años de historia, a pesar de que bajo la órbita de la cultura occidental actual y su ideal de tolerancia, esta posibilidad pueda haber llegado a ser cada vez más excepcional y remota y muy diferente a las condiciones del contexto pagano del imperio romano antiguo y sus históricas y representativas hostilidades siempre latentes o efectivas hacia el cristianismo, que son, guardadas las proporciones, similares todavía a las de muchas culturas y sociedades dominadas por otras religiones en la actualidad, como las naciones árabes y las demás en las que prevalece el islam o las religiones del Oriente tales como el hinduismo, el budismo, el confucionismo, el taoísmo y el sintoismo, sin mencionar los regímenes políticos ateos perseguidores también del cristianismo. Si bien estas pérdidas son lamentables para la iglesia y para el mundo por igual y puedan dar la impresión de impotencia o desinterés de parte de Dios hacia los suyos, haciendo comprensible, entonces, el clamor de los mártires para que los reivindique y haga justicia; Dios promete hacerlo con creces en su momento al revelarnos que: “El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero” (1 Tesalonicenses 4:16), con los mártires a la cabeza de todos ellos.
Con voz de mando y con trompeta de Dios
“Todas las bajas que el ejército de Dios pueda experimentar en la guerra cósmica entre el bien y el mal son siempre temporales”
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