En la vida en general, y particularmente en la vida cristiana, hay que mantenerse vigilante, pues no podemos dormirnos en los laureles cuando obtenemos algún tipo de victoria contra las artimañas del diablo en las escaramuzas propias de la batalla de la fe. Y es que nuestro adversario no se rinde, sino que cambia de estrategia para ver si logra encontrarnos con la guardia abajo en algún otro frente de nuestra vida. Podemos ver lo anterior cuando los israelitas lograron sortear la amenaza que representaba contra ellos el rey Balac de Moab, en su intento frustrado de dejarlos vulnerables a sus ataques, contratando al profeta mercenario Balán para que los maldijera, intento que Dios frustró cambiando la maldición en bendición. Sin embargo, enseguida leemos que: “Mientras los israelitas acampaban en Sitín, comenzaron a prostituirse con las mujeres moabitas, las cuales los invitaban a participar en los sacrificios a sus dioses. Los israelitas comían delante de esos dioses y se inclinaban a adorarlos. Esto los llevó a unirse al culto de Baal Peor. Por tanto, la ira del Señor se encendió contra ellos” (Números 25:1-3). Así, pues, al no tener éxito al atacarlos desde afuera, el enemigo si tuvo éxito al infiltrarlos, pervirtiéndolos desde adentro al inducirlos a prácticas que los colocaron bajo el juicio de Dios, a instancias del consejo del mismo Balán, como se nos informa un poco después: “¡Si fueron ellas las que, aconsejadas por Balán, hicieron que los israelitas traicionaran al Señor en Baal Peor! Por eso una plaga hirió de muerte al pueblo del Señor” (Números 31:15-17)
Con la guardia en alto
“No podemos bajar la guardia, pues cuando resistimos o superamos una de sus artimañas, el diablo cambia de estrategia para insistir en dañarnos”
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