En la sociedad patriarcal tan atacada por el feminismo, los padres o los esposos debían proteger a sus hijas y esposas de promesas irreflexivas apresuradas, incorrectas o inconvenientes que pudieran ser perjudiciales para la familia. Así, los padres y esposos debían sancionar de manera favorable las promesas hechas por sus hijas y esposas respectivamente antes de que fueran vigentes y vinculantes. Y en el caso de que la consideraran inconveniente o inapropiada, podían vetarla y declararla sin efecto manifestando su desaprobación hacia ella, librando así a sus hijas o esposas de llevar a cabo algo cuyos efectos no alcanzaron a medir: “si su padre se entera de su promesa y de su compromiso, pero no le dice nada, entonces ella estará obligada a cumplir con todas sus promesas y compromisos. Pero si su padre se entera y no lo aprueba, todas las promesas y compromisos que la joven haya hecho quedarán anulados, y el Señor la absolverá porque fue el padre quien los desaprobó.” (Números 30:4-5). Si bien esto se ha prestado para abusos utilizando este recurso legal de maneras arbitrarias e injustas para anular promesas sensatas y válidas de sus esposas e hijas en uno más de los brotes de machismo que pervierten la sociedad patriarcal, eso no quita que esta medida fue concebida como mecanismo de protección y no de opresión sobre la mujer, con el que no contaban los hombres, cuyos votos y promesas eran vinculantes, así fueran a la postre insensatos y lesivos para sus propios intereses de maneras imprevistas, pues sus padres no tenían derecho de veto sobre ellos
Compromisos anulados
“Necesitamos instancias de autoridad que sancionen y nos ayuden a confirmar o a anular nuestras promesas cuando son irreflexivas e inconvenientes”
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