El rey David no fue perfecto ni mucho menos, pero aún en medio de sus pecados y deficiencias ꟷentre los que se destaca, por supuesto, su adulterio con Betsabé y el asesinato de su esposo Urías el hititaꟷ, no fueron éstos los que lo definieron, sino su disposición a confesar, arrepentirse, corregir y levantarse para perseverar en su fe, su confianza y su obediencia a Dios, actitud que lo facultó para ser calificado como un hombre conforme al corazón de Dios. Por eso, así como Jeroboán quedó como un personaje evocado repetidamente como un mal referente para los reyes de Israel o el Reino del Norte al cual muchos de ellos se ajustaron en mala hora, David quedó como el buen referente por excelencia para todos los reyes del Reino del Sur o Judá al cual debían ajustarse y contra el cuál todos eran contrastados en el momento de avaluar sus respectivos reinados, como podemos leerlo, entre otros numerosos pasajes, en relación con Abías y Asá respectivamente: “Abías cometió todos los pecados que había cometido su padre, pues no siempre fue fiel al Señor su Dios como lo había sido su antepasado David… Asá hizo lo que agrada al Señor, como lo había hecho su antepasado David” (1 Reyes 15:3, 11). Es por eso que, de los cuatro reyes de Judá, ꟷdescendientes todos ellos de Davidꟷ, de quienes se dice de manera casi irrestricta que fueron, a pesar de todo, buenos reyes durante toda su vida, a saber: Asá, Josafat, Ezequías y Josías, se afirma también de un modo u otro que todos ellos siguieron el ejemplo de David, a quien tomaron como modelo para sus respectivos reinados
Como su antepasado David
“Sin perjuicio de sus pecados, el rey David permaneció siempre como un referente ejemplar y digno de imitar para todos sus sucesores y descendientes”
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