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Como león rugiente

“El mal llega a ser tan perverso que hace casi necesaria la existencia del diablo pues la maldad humana está lejos de explicarlo”

La creencia en que el diablo o Satanás es una simple personificación del mal y no un ser de carácter personal que, en realidad, lo promueve, fomenta y exacerba entre todos los seres humanos en el mundo, es una de las maquinaciones que él emprende en este mundo tecnificado que, como tal, considera su realidad como una superstición más que debemos superar y abandonar y de este modo baja la guardia y se muestra mucho más vulnerable a su influencia. Por el contrario, el apóstol nos exhorta con estas palabras: “Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar” (1 Pedro 5:8). Las acechanzas del diablo en todas sus formas están, pues, a la orden del día y demandan de los creyentes mantenerse alertas y vigilantes, ejerciendo el dominio propio sobre los impulsos de la carne para no terminar haciéndole el juego al diablo en perjuicio propio, quien emplea diversas estrategias contra nosotros para mantenernos postrados, tales como la tentación, la acusación, el engaño y las dinámicas comprendidas bajo el concepto de las popularmente designadas como “posesiones” que incluye sus formas menos severas, conocidas a su vez como “opresiones” y “obsesiones”. Porque lo cierto es que el mal en el mundo puede adquirir tan desconcertante perversidad que la maldad humana no alcanza a explicarlo, y lo único que puede explicar, entonces, la intensidad y gravedad pasmosa que el mal llega a adquirir en lo que la Biblia bien llama el “misterio de la maldad” es la existencia y la influencia de este ser sobre los hombres

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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