Volviendo con el anatema, es decir la orden impartida por Dios a su pueblo de exterminar sin contemplaciones a los pueblos cananeos establecidos en la tierra prometida, incluyendo a las mujeres y los niños, es conveniente hacer algunas claridades adicionales, como lo es el hecho de que esta instrucción no era arbitraria pues, como lo demostró el caso de la mala influencia de las mujeres moabitas sobre Israel a instancias de Balán, existían razones de peso detrás de esta orden que Dios se toma el trabajo de informarles a su pueblo de manera muy gráfica: “»Pero, si no expulsan a los habitantes de la tierra que ustedes van a poseer, sino que los dejan allí, esa gente les causará problemas, como si tuvieran clavadas astillas en los ojos y espinas en los costados” (Números 33:55). De hecho, el anatema no cobijaba a todos los pueblos enemigos de Israel, sino solo a los establecidos en el territorio que Dios les había concedido y que ellos estaban llamados a poseer y ocupar, pues con las naciones establecidas por fuera de estos límites la instrucción divina era concertar la paz siempre que fuera posible y suscribir tratados de mutuo respeto y convivencia. Circunstancia aprovechada astutamente por los gabaonitas, un pueblo residente en la tierra de Canaán, que ante el avance de Israel decidieron no enfrentarlos sino hacerse pasar por un pueblo que venía de lejos y engañar de este modo a Josué ꟷquien no consultó con Dios al respectoꟷ, para firmar con ellos un acuerdo de paz que los israelitas tuvieron luego que respetar, permitiendo que los gabaonitas se salvaran así del exterminio
Astillas en los ojos y espinas en el costado
“Las instrucciones de Dios deben obedecerse porque no son arbitrarias y siempre tienen tras de sí razones que las justifican que no siempre vemos”
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