El surgimiento dela monarquía en Israel fue polémico, pues Dios no estuvo en principio de acuerdo con ella y si finalmente cedió a la solicitud de Israel de tener un rey como los demás pueblos fue, en primer lugar, porque en efecto los hijos de Samuel, el último de los jueces, dejaban mucho qué desear para sucederlo en la dirección de la nación, como lo argumentaron los israelitas sin que Dios los contradijera en esto; y en segundo lugar, porque Dios estableció ciertas condiciones para los reyes israelitas por las cuales Él sería Quien elegiría al rey y éste tendría que rendirle cuentas a Él sobre su reinado en conexión con la obediencia a la ley. Justamente, anticipando este momento, Dios ya había incluido en la ley advertencias sobre la monarquía para que, llegado el momento, fueran tenidas en cuenta por los reyes de la nación, entre las cuales encontramos: “El rey no deberá adquirir gran cantidad de caballos ni hacer que el pueblo vuelva a Egipto con el pretexto de aumentar su caballería, pues el Señor te ha dicho: «No vuelvas más por ese camino». El rey no tomará para sí muchas mujeres, no sea que se extravíe su corazón; tampoco acumulará enormes cantidades de plata y oro” (Deuteronomio 17:16-17). Instrucciones que Salomón comenzó a desobedecer y marcaron así el punto culminante y el declive de la monarquía en Israel para perjuicio de todos: “Salomón acumuló carros y caballos; llegó a tener mil cuatrocientos carros y doce mil caballos, los cuales mantenía en las caballerizas y también en su palacio en Jerusalén” (1 Reyes 10:26)
Acumuló carros y caballos
“Con Salomón la monarquía de Israel alcanzó su mayor esplendor, pero también comenzó su decadencia dando cumplimiento a las advertencias de Dios”.
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