La Biblia nos revela, no sólo que en un momento de irreflexiva y culpable impulsividad, Esaú vendió su valiosa primogenitura a su hermano Jacob por un apetitoso guiso de lentejas que este último, conocedor del carácter atolondrado y profano de su hermano mayor ꟷsegún lo leemos en Hebreos 12:16ꟷ, preparó de manera calculada para este propósito; sino que no contento con esto, posteriormente, robó mediante engaños la bendición de su ciego padre Isaac que correspondía a Esaú, su hermano mayor, como lo descubrieron estos últimos dos en su momento: “Isaac comenzó a temblar y, muy sobresaltado, dijo: ꟷ¿Quién fue el que ya me trajo lo que había cazado? Poco antes de que llegaras, yo me lo comí todo. Le di mi bendición, y bendecido quedará. Al escuchar Esaú las palabras de su padre, lanzó un grito aterrador y, lleno de amargura, le dijo: ꟷ¡Padre mío, te ruego que también a mí me bendigas! Pero Isaac le respondió: ꟷTu hermano vino y me engañó, y se llevó la bendición que a ti te correspondía” (Génesis 27:33-35). En vista de lo anterior y del carácter usurpador de Jacob, que encaja con su nombre, causa desconcierto lo dicho por Dios en cuanto a qué: “… «Amé a Jacob, pero aborrecí a Esaú»” (Romanos 9:13) y que, a sabiendas del carácter y acciones de Jacob, haya decidido previamente que: “… «El mayor servirá al menor»” (Romanos 9:12) como evidencia de su soberana elección que no depende de lo que hagamos o no. Por todo esto, lo que sorprende no es que haya aborrecido o desechado a Esaú, sino que haya podido amar a cualquiera de los dos en vista del carácter personal de ambos
Amé a Jacob, aborrecí a Esaú
“La elección de Jacob, el engañador, por encima de Esaú, causa desconcierto, pero lo sorprendente es que Dios hubiera elegido a uno de los dos”
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