El mundo tiende a rechazar a la iglesia, pues la proclamación cristiana choca con sus aspiraciones de autonomía e independencia respecto de Dios que el mundo desea conservar a toda costa. Pero incluso contra ese trasfondo de rechazo y animosidad hacia los creyentes, los no creyentes no pueden hacer la vista gorda cuando la bendición de Dios alcanza a los suyos de manera visible y evidente, como sucedió con Isaac respecto de sus vecinos en la región de Guerar, quienes lo empujaron fuera de su territorio a raíz de los pleitos y disputas que tuvieron lugar con ocasión de los reclamos de la gente de Guerar sobre los pozos de agua que los siervos de Isaac abrieron, hasta que Isaac tuvo que trasladarse a espacios libres, solo para ver como sus antiguos contradictores lo buscaron luego, por lo que: “Isaac les preguntó: ꟷSi tanto me odian, que hasta me echaron de su tierra, ¿para qué vienen a verme? ꟷNos hemos dado cuenta de que el Señor está contigo ꟷrespondieronꟷ. Hemos pensado que tú y nosotros debiéramos hacer un pacto, respaldado por un juramento. Ese pacto será el siguiente: Tú no nos harás ningún daño, ya que nosotros no te hemos perjudicado, sino que te hemos tratado bien y te hemos dejado ir en paz. ¡Ahora el bendecido del Señor eres tú!” (Génesis 26:27-29), episodio que constituye una prueba palpable de que en ocasiones puntuales la bendición de Dios incluye también la promesa de la cual el libro de Proverbios deja constancia diciendo: “Cuando el Señor aprueba la conducta de un hombre, hasta con sus enemigos lo reconcilia” (Proverbios 16:7)
Bendición, reconocimiento y admiración
“La bendición de Dios sobre los suyos genera envidias, pleitos y enemistades, pero también el reconocimiento y la admiración posterior de los demás”
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